
Les compartimos el relato elaborado por los chicos de sexto grado de la escuela San Luis Gonzaga, luego de un proceso de investigación, lectura, observación de videos y estudio… Conmemoramos el día de la soberanía sobre nuestras islas de una manera diferente, con una experiencia sensorial: escuchamos el relato con los ojos vendados y poniendo todos nuestros sentidos en acción… Con ustedes, la historia: Sintiendo Malvinas… Roberto estaba durmiendo, sus 18 años hacían que cayera rendido luego de largos días de fútbol, proyectos y amigos. Se levantó escuchando en la radio Michael Jackson, se puso sus jeans y una camisa un poco arrugada; su mamá hacía rato que había preparado el mate y las tostadas para que desayunaran. Cada mañana se producían largas charlas en la cocina de la casa, en las cuales se iba delineando el futuro del joven. Su familia, dueña de una farmacia, vivía en una situación acomodada que le permitía soñar con más. Sonó el teléfono, y Roberto adivinó en el rostro de su madre que algo no estaba bien.
Había sido designado para cumplir con el servicio militar en Campo de Mayo. Si bien esto cambiaba por completo sus proyectos y aspiraciones, siempre había sido una posibilidad. Luego de largas despedidas con Martina, su novia, llenas de promesas y lágrimas, Roberto viajó a Buenos Aires para recibir allí su uniforme: chaqueta, pantalones y campera con capucha verde oliva. Diariamente entrenaba junto a sus compañeros en el regimiento. Pasados dos meses y medio de estar en el servicio militar, fue convocado para defender nuestra soberanía en las Islas Malvinas. Luego de un largo viaje y lleno de expectativas, desembarcó en las Islas esperando una resolución diplomática a la situación que nunca llegaría. El sonido del mar le recordó sus vacaciones en familia y por primera vez se dio cuenta de cuánto los extrañaba.
Se prometió escribirles pronto. Mientras tanto, el 10 de abril, en la Plaza de Mayo se llevaba a cabo una masiva movilización. Entre cánticos, himnos y todo tipo de manifestaciones del pueblo argentino, la multitud reunida creía que se había iniciado la recuperación definitiva de las Malvinas. En las islas, buques y submarinos ingleses se acercaban velozmente a la zona del conflicto. Ese día, Norma, mamá de Roberto, no podía contener el llanto, mientras frente al televisor escuchaba las palabras del presidente Leopoldo Galtieri expresando al pueblo argentino que las islas serían defendidas presentando batalla, sabiendo que en ellas estaba confirmándose el futuro de su hijo y de otros tantos jóvenes argentinos. Un gran dolor atravesaba su corazón, y comenzaba a escribirle a Roberto una carta que llegaría muchos días después. El sargento Romero, un tipo bajito y de bigotes, con gritos y malos tratos les dio la orden de comenzar a cavar sus pozos, de 1,60 de profundidad y dos metros de ancho, lugar que los mantendría refugiados e invisibles para los aviones ingleses.
La llegada de la guerra era inminente y había que estar preparados. A Roberto le tocó hacer su trinchera con Carlos, un compañero con quien había compartido parte del viaje hasta llegar allí. El tiempo comenzaba a pasar, hacía días que comían solo caldo, de a poco se iban debilitando. Algunos chicos se tiraban tiros en las piernas para que los sacaran de ahí, otros morían de hipotermia. El frío era mucho y las lloviznas se tornaban interminables. Las bajas temperaturas hacían que se sintieran congelados y sólo el pensamiento cálido de sus familias les daba ánimo. Esa tarde llegó una carta de su madre con un chocolate, en esas letras nuestro soldado sentía recibir las caricias y el amor de su familia. Cayó la noche, se empezaron a escuchar bombas cada vez más cercanas. Los ingleses podían verlos, porque sus equipos tenían visión nocturna. El olor a pólvora y los ruidos se iban acercando. Roberto comió el último trozo de chocolate y apretó fuerte entre sus manos la carta. Decidió salir a pelear y no quedarse atrás. Se oían los gritos, la muerte, el dolor.
Decidieron ¡Las Malvinas… ARGENTINAS! Los chicos de 6º grado de la escuela San Luis Gonzaga, comparten con nuestros lectores un trabajo para conmemorar el día de la soberanía sobre nuestras islas Malvinas no rendirse, pero no podían, estaban por todos lados. Fue tomado prisionero, y muerto de miedo fue llevado por manos del enemigo. El 14 de junio, en campamento inglés recibió la noticia de que las islas estaban perdidas. Sorprendentemente allí descubrió que los ingleses eran amables con ellos. No podía creer que fueran los mismos que días antes les estaban disparando.
Roberto entendió que el enemigo deja de ser tal cual cuando se lo conoce, cuando deja de ser anónimo y pensó que si pudiesen convivir jóvenes de países enfrentados se ahorrarían muchas guerras y muchas penas.
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